Las etiquetas negativas de la infancia van formando una realidad única para quién las vive. Pueden ser producto de alguna desventaja en la percepción, real o imaginaria: usar lentes, tener sobrepeso, sacar malas notas escolares, creerte feo, creerte diferente a los demás, pensar y actuar diferente a los demás, creerte no querido o abandonado, sentir que a nadie le importa si algo te sucediera, contar con menos recursos económicos, sociales, psicológicos o espirituales. En fin, la lista de etiquetas que nos vende en principio la familia, luego los maestros y amigos, y la sociedad en su conjunto, forma el marco de referencia en donde vamos desarrollando la forma de vernos a nosotros mismos, la forma de querernos, es decir, nuestra autoestima.

¿Qué piensas de ti cuando te ves en el espejo?, ¿en tu diálogo interno cuántas veces tienes para ti mismo palabras de desaliento, de dureza, de castigo, llegando incluso a ser ofensivas?. ¡Qué tonto soy… qué estúpido soy!, ¡Nunca podré encontrar una pareja!, ¡Será difícil que alguien me quiera!, ¡Con lo gorda que estoy!, ¿quién se va a fijar en mi?, ¡Ninguna ropa me queda bien en cambio a … lo que se ponga le favorece!, por eso si tiene una pareja que la quiere.

El poder de nuestro diálogo interno es demoledor: como me veo me siento, como me siento me veo y como me veo y siento actúo en consecuencia.

La niñez es una etapa crítica para formar nuestra identidad. Ya para la adolescencia, los rasgos de mi personalidad, el ¿quién soy? queda materialmente definido y acentuado. Luego entonces, lo aprendido hasta esa fecha, se activa para relacionarme con otros  y en consecuencia con una pareja.

Así, el chip que me he insertado (el ¿quién soy?) ha quedado grabado en mi cerebro y llego a pensar “ese es mi destino”, pues constantemente me comparo con las personas a mi alrededor y casi siempre salgo perdiendo, aún cuando las cosas no sean realmente tan fatales.

En el otro polo se encuentra la forma como me ven los demás y como esas mismas percepciones van influyendo en la forma de quererme a mi mismo. Aquellas palabras de aliento o desaliento, de dureza o flexibilidad, de ofensas o halagos salidas por la boca de quienes mas me quieren, se clavan como dagas o filosos cuchillos, hiriendo mi forma de quererme.

En principio la familia, es el grupo donde aprendo no solo las reglas de convivencia en la sociedad, sino también la forma de comportarme en pareja.

En la relación de pareja se presentan pares complementarios al respecto y puede suceder que alguien con baja autoestima se relacione con alguien que tiene alta autoestima para poder estar en la relación, pero esto puede tomar un rumbo en donde se aparecen los celos, la codependencia, el abuso emocional, la violencia física y psicológica, una infidelidad sin hacer nada al respecto, el ser eternamente la víctima, el buscar ser aceptado por lo demás, el mantener inconscientemente relaciones destructivas, el ser inseguro, el sentirse incomprendido, incapaz de hacerse cargo de sí mismo, el temor al fracaso, sentirse incapaz de tomar decisiones y fijarse metas, el temor al abandono, etc.

Las parejas entonces se sitúan en los extremos: alta autoestima busca a alguien con baja autoestima. Equilibro mis pensamientos negativos con una pareja que me inyecta pensamientos positivos, pero ninguno puede hacer cambiar al otro y ninguno se hace responsable solo de si mismo.

Haber pasado por una vida dolorosa no necesariamente implica estar condenados a repetir historias de vida disfuncionales, posiblemente de nuestros padres como modelo de pareja.

Conócete a ti mismo, es una de las claves para empezar una nueva vida y cambiar el rumbo personal y crecer con tu pareja. El valorarte a ti mismo o no hacerlo impactará en todas las áreas de tu vida.

Una manera de empezar a conocerte y a identificar patrones destructivos en tu vida es acudir a psicoterapia. En medida que te conoces tienes el control absoluto sobre tu vida y la manera en que te adaptas a diferentes situaciones, incluida tus relaciones de pareja. Si te interesa consultarte conmigo puedes hacer cita aquí.

 

Psicologo en Tijuana

Psic. Orlando Pérez

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