Para que la vida sexual de una pareja funcione lo mejor posible, se requiere que desde el noviazgo, o por lo menos desde la luna de miel, se hable sin miedos ni prejuicios acerca de los gustos y necesidades de cada uno en relación a la vida sexual. Es conveniente que si no saben mucho el uno del otro, dialoguen con confianza, respeto y franqueza, pues solo así podrán llegar a conocerse y satisfacerse mutuamente en esta parte tan vital de toda relación conyugal, que es la que los ha llevado a unir sus vidas en matrimonio.

Debido a las fallas en la educación sexual, algunas parejas pasan por alto esta parte tan importante para la salud emocional y sexual de todo ser humano y dan por hecho que las cosas irán mejorando con solo dejar pasar el tiempo, pero no sucede así.

Es conveniente que ambos hablen de las cosas que les gustan y de las que les angustian, que sepan decirle al otro en qué partes de su cuerpo sienten más placer y en cuales displacer, que puedan manifestar en qué posición sexual obtienen mayor satisfacción y excitación y en cuales les resulta incomodo hacer el amor, que puedan aclarar sus dudas acerca del funcionamiento del cuerpo del otro y del propio.

Cuando los recién casados comparten sus dudas, conocimientos y experiencias sexuales, logran una mayor compenetración y entendimiento que fortalece y enriquece su vida sexual y amorosa, en beneficio de un fortalecimiento de su unión, contribuyendo a forjar familias más sólidas, respetuosas, amorosas y armoniosas.

Es muy importante que ambos sepan que la mente y el cuerpo de hombres y mujeres funcionan y responden de manera diferente ante los estímulos sexuales. El hombre debe saber y comprender que su pareja quiza requiere de cierto tacto, ambiente, dialogo y caricias para poder soltarse y lograr una adecuada excitación que le permita sentirse amada, deseada y comprendida en su sexualidad y en su persona total. Si esto se da, ella se entregara a su pareja sin limitaciones, pues confiara en su hombre, se sentirá protegida, deseada, amada y respetada.

La mujer deberá comprender que su compañero logra una excitación más rápida que ella, pero al mismo tiempo la pierde con mayor facilidad. Es importante que comprenda la urgencia de su deseo por llegar  a la penetración, pero deberá saber tranquilizarlo y pedirle que la estimule en las zonas que a ella más placer le den: senos, pezones, piernas, muslos, hombros, clítoris, glúteos, etc.

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