Vivimos en un mundo que nos obliga a correr en todas las direcciones, que nos dice que cualquier paso que demos tenemos que hacerlo rápido o bajo la atenta mirada de otros ojos. El primer día de universidad, una primera cita, una entrevista importante, cuidar de nuestro hijo cuando se enferma u organizar una boda son ejemplos de situaciones que nos llevan al límite y nos hacen darnos cuenta del estrés que acumulamos.
La verdad es que la respuesta de estrés en sí misma no es mala. El estrés es una reacción adaptativa que nos ha permitido sobrevivir a lo largo de los tiempos. Nos ayuda a dar respuesta a situaciones de amenaza, pero cuando esta reacción aparece de forma muy frecuente y duradera acaba desgastándonos, haciendo que enfermemos (nuestro rendimiento decae y tenemos malestar físico y emocional), esto es lo que se denomina distrés (estrés negativo).
El estrés puede propiciar la aparición de trastornos psicopatológicos, como el Trastorno Adaptativo. La característica esencial de este trastorno es el desarrollo de síntomas emocionales o comportamentales ante un estresante psicosocial identificable (vamos, que no nos encontramos nada bien durante unos meses cada vez que nos topamos con lo que nos provoca estrés). Estos síntomas no corresponden a una reacción de duelo y nos perjudican en nuestro día a día. Otro trastorno que incapacita es el estado constante de preocupación causado por el Trastorno de Ansiedad Generalizada, que es cuando la persona percibe muchas situaciones como estresantes (nos cuesta discriminar qué estímulos son peligrosos y cuáles no).
Sin embargo, es gracias al estrés que podemos mantener el curso en diferentes actividades que emprendemos. El estrés, presentado de manera moderada, es el motor que nos impulsa y nos dice que vale la pena mantener el esfuerzo en determinada actividad con el fin de alcanzar determinada meta. Es lo que nos ayuda a sentir satisfacción al completar una tarea o actividad especifica y continuar avanzando de manera positiva en nuestra vida
La verdad es que sin estrés no podríamos vivir, pero la clave es aprender a convivir con él sin perdernos el camino.
Sexólogo y psicoterapeuta humanista de individuos adultos, parejas y grupos desde el 2015.
Formación en terapia Gestalt y Eneagrama, especialista en educación de la sexualidad y maestro en Sexología.
Hago talleres de sexualidad y desarrollo personal en Casa Revuelta.