Perdonar una infidelidad no es como lo imaginamos. La infidelidad puede tener sus raíces en aspectos muy profundos que pueden servir de referencia para sanar la relación no solamente de la infidelidad, sino de lo que sea que les haya llevado a esta situación.

Y digo “les haya llevado” porque, aunque sea una persona quien hace la infidelidad y a quien le queremos cobrar todos los males de la relación, la pareja es de dos, y ambos tienen una participación en que esto ocurriera y probablemente había situaciones subyacentes antes de la infidelidad.

Este tal vez pueda ser el comienzo del perdón: reconocer que ambos tuvieron una participación les pondrá ante la capacidad de ambos participar en la reparación de los daños.

Permitirse confiar en que el perdón se cultivara por ambos miembros de la pareja es una excelente oportunidad para reforzar la confianza del vínculo.

Un adecuado acompañamiento terapéutico les puede ayudar a evidenciar las fortalezas de la relación y juntos darle lugar al perdón.

Muchas veces cuesta perdonar porque nos quedamos fijos en la herida, dándole vuelta en nuestra cabeza a todas las posibles áreas en que fallamos, cargando ahora también culpa; o en el deseo de justicia o venganza que si bien pueden ser una forma de negación propia del duelo que surge al descubrirse la infidelidad, a veces nos atoramos ahí y el resentimiento de perpetua.

Otras veces también basamos el perdón en el arrepentimiento del otro y que, además, tenemos que validar como autentico arrepentimiento, que se convierte en otra lucha de poder como parte de la búsqueda de justicia, y hacemos hasta lo impensable para que el otro reconozca que nos falló y que nos convenza de ello.

Perdonar implica trascender estos sentimientos y cuando nos faltan los recursos internos, ir a terapia sin duda será de gran ayuda.