Desde el instante en que nacemos somos seres dispuestos a recibir sin dar nada a cambio, por lo menos no de forma consciente. Recibimos atención, cuidados, alimento y protección.
Conforme vamos creciendo vamos siendo educados y/o formados para ya no solo recibir, también comenzar a dar a cambio. Comenzamos a reconocer que al momento de dar los primeros pasos, recibimos satisfacción de parte de nuestros cuidadores que se nos muestra en forma de risas o aplausos. Nuestro cerebro entonces comienza a asociar que para agradar a nuestros cuidadores hay que hacer algo por ellos.
Vamos creciendo y la vida nos va exigiendo dar lo mejor de nosotros si queremos recibir algo a cambio. No se puede recibir sin dar. Y así vamos por la vida muchas veces. Recibimos un buen trato, un halago, una buena actitud, un saludo, una sonrisa, un gracias, etc. y nos sentimos obligados de alguna forma a responder de forma reciproca. Nos preocupamos algunas veces tanto por dar a cambio que nos olvidamos de disfrutar lo recibido.
Otras veces ni siquiera esperamos a ser recíprocos; simplemente buscamos la reciprocidad de la gente que nos rodea y tratamos consciente o inconscientemente de ir complaciendo a cuanta persona se nos para de frente para así poder recibir un poco de afecto.
Y esto quizá no este del todo mal; finalmente como seres sociales necesitamos el afecto y apapacho de las personas que nos rodean y de una forma u otra buscamos obtener esa aprobación y si no la recibimos no pasa nada.
Nuestra expectativa puede comenzar a frustrarse cuando se trata de una relación de pareja. Nos preocupamos tanto por dar (afecto, atención, economía, etc.) que dejamos de ver lo que nuestra pareja da.
En mi consulta privada me doy cuenta que muchas veces, cuando la pareja reclama incansablemente que solo el o ella da todo en la relación, en realidad solo se han enfocado en eso, dar sin recibir; muchas de estas veces resulta que ambos han dado de si mismos solo que han olvidado, inmersos en las preocupaciones del día a día, agradecer, valorar, recibir.
Hoy te invito a hacer una breve pausa en tu día. Revisa todo lo que recibes de tu pareja, de tus amigos, de tus seres queridos, de la vida, de Dios. Dedica un minuto a agradecer por cada una de esas virtudes recibidas y la próxima vez que recibas algo no pienses en retribuir de ninguna manera. Date permiso eventualmente de recibir sin dar. No siempre se trata de dar lo mejor de ti.
Sexólogo y psicoterapeuta humanista de individuos adultos, parejas y grupos desde el 2015.
Formación en terapia Gestalt y Eneagrama, especialista en educación de la sexualidad y maestro en Sexología.
Hago talleres de sexualidad y desarrollo personal en Casa Revuelta.