En estos tiempos de activismo feminista es común escuchar toda clase de propuestas en pro del desarrollo femenino. La sexualidad no ha sido la excepción y el orgasmo masculino pareciera no tener importancia.
Mucho se habla del placer femenino, de cómo lograr el orgasmo en la mujer. Incluso al hombre se le llega a exigir la satisfacción de su pareja femenina (refiriéndome a una relación heterosexual).
En la consulta privada como sexólogo me he encontrado con una gran frustración en los hombres ya que incluso son “mandados” a terapia por su pareja. Y es que pareciera que seguimos creyendo que la sexualidad de los hombres está en el pene.
Esta idea conlleva que el hombre solamente disfruta a través del pene y, más aún, que para saber si un hombre tuvo un orgasmo es necesario que éste eyacule. Desde muy jóvenes los hombres aprendemos que la eyaculación y el orgasmo masculino llegan juntos.
La realidad es qué hay diferencias. Una de ellas es que la eyaculación es una reacción fisiológica que puede presentarse durante el orgasmo o no; mientras que el orgasmo es, por definición, una sensación subjetiva de placer que se vive con todo el cuerpo.
En el acto sexual, cuando el hombre se enfoca en eyacular se pierde de gran parte del potencial orgásmico.
Generalmente asociamos que para que haya una relación sexual “completa” tiene que haber penetración y muchas veces ni siquiera dedicamos tiempo para realmente disfrutar del encuentro con nuestra pareja.
El orgasmo masculino está en cada caricia, en cada toque. Y también está al momento de llegar a nuestro climax. Y aunque el acto de eyacular pueda generar sensaciones placenteras, eyacular no es tener un orgasmo.
Los taoístas hablan del acto sexual como un acto amoroso en donde la eyaculación representa una pérdida de energía y nos invitan a guardar toda esa energía desarrollando habilidades que evitan la eyaculación.
Si hablamos de la respuesta sexual del hombre, existe un periodo refractario en donde el cuerpo necesita un tiempo (que varía en cada hombre dependiendo factores como salud física, edad, hábitos, etc) desde la última eyaculación para que pueda haber de nuevo una erección.
Si los hombres nos diéramos el tiempo y la oportunidad de disfrutar realmente de nuestra sexualidad quitando la mirada de la eyaculación podríamos darnos cuenta que somos dueños de nuestro placer.
No nos responsabilicemos por el placer del otro, pero compartámoslo, conozcámoslo, escuchémoslo, seamos observadores.
Sexólogo y psicoterapeuta humanista de individuos adultos, parejas y grupos desde el 2015.
Formación en terapia Gestalt y Eneagrama, especialista en educación de la sexualidad y maestro en Sexología.
Hago talleres de sexualidad y desarrollo personal en Casa Revuelta.