Salir de la zona de confort es una de las cosas más angustiosas que existen, sin embargo, para crecer, es el mejor reto que se puede tener. Salir de esa zona de confort (diferente para cada quien), es una de las acciones más fuertes para cualquier individuo. Vencer la inercia de la costumbre, de lo que ya se conoce, de lo habitual, resulta una tarea dura y titánica.
La zona de confort es ese lugar donde estamos acostumbrados a operar, a movernos, es la zona donde nos podemos sentir como pez en el agua, pero es la zona donde no se va a crecer. Es un lugar donde sentimos el agrado de lo habitual y el desencanto de la ausencia de retos.
Cuando la zona de confort se comienza a comportar como una burbuja que nos ahoga, el propio organismo comienza un proceso a través del cual busca romper las barreras de esa burbuja (en ocasiones las barreras de la burbuja comienzan a resquebrajarse por demandas del ambiente, sin embargo, en este caso hablaremos cuando es por iniciativa propia). Si estamos viviendo en los delirios de la comodidad y las ilusiones del bienestar, romper la burbuja puede significar inicialmente un golpe duro. El golpe del despertar.
No solo con querer se logran los objetivos. Es necesario hacer.
Romper la propia membrana de la zona de confort es un arduo trabajo (el cual incluso puede llevar años) y requiere vencer nuestra propia ansiedad y las voces que surgen en nuestra cabeza diciéndonos “no vas a poder”. Requiere gestionar para nuestro propio provecho, esa emoción que llamamos miedo. Y mientras más fantasmas tenemos en nuestras cabezas y mayores los miedos en nuestro corazón, más duro romper la membrana de la comodidad.
Por otra parte, conviene recordar que nunca estamos solos, que somos parte de un sistema, por lo que intentar romper las barreras de la zona de confort para ir más allá requiere saber y luchar en contra de fuerzas que se oponen frente a este cambio en uno de los elementos del sistema, ya que al modificarse una de sus partes, cambia el equilibrio del sistema y en consecuencia, cambia de alguna forma, la dinámica de interacción del sistema entero. Por lo tanto, otras partes del cosmos personal, intentarán que nos mantengamos en la órbita en la cual acostumbramos transitar.
Entre tanto, intentar romper la membrana de la zona de confort ya es una buena noticia, aunque no es suficiente. No solo con querer se logran los objetivos. Es necesario hacer. Estos intentos implican los primeros esfuerzos por ir más allá de los límites temporales y auto-impuestos. Fronteras ficticias de nuestros propios mapas de pensamiento. Es necesario ser más dedicados que la fuerza propia de la inercia de estar realizando siempre lo mismo. Para ello debemos insistir, sin desistir.
Existen también aquellos que no intentarán romper nunca, bajo ningún aspecto, las barreras de la zona de confort. Prefieren la muerte prematura (simple metáfora) antes que atreverse a confrontarse consigo mismos y tener que admitir las propias limitaciones, que por demás, cualquier ser humano posee.
Intentar romper las fronteras de la zona de confort es y será siempre una de las cosas más duras que existirán para cualquiera, sin embargo, sólo es posible para el que quiera romperlas. Ningún individuo podrá nunca hacer por nosotros lo que simplemente no decidamos para nosotros por nuestros propios medios y nuestros recursos personales.
A pesar de lo anterior, hay ocasiones en que esos recursos propios no alcanzan para iniciar o mantener el cambio. Es en estos casos cuando acudir a terapia es la mejor opción. Salir de la zona de confort no se refiere únicamente a el área laboral o profesional, aplica también para las relaciones interpersonales (incluida la relación de pareja).
Sexólogo y psicoterapeuta humanista de individuos adultos, parejas y grupos desde el 2015.
Formación en terapia Gestalt y Eneagrama, especialista en educación de la sexualidad y maestro en Sexología.
Hago talleres de sexualidad y desarrollo personal en Casa Revuelta.