Dejar ir, palabras muy fáciles de decir, pero tan difíciles de aplicar.
Todos de una u otra forma tuvimos o tenemos apegos no saludables, y muchas veces éstos son el origen de todo nuestro sufrimiento.
Cómo seres humanos nos encanta vivir con la sensación de que algo o alguien nos pertenece, y vivir en esa ilusión es la mejor forma de ser infeliz.
Desde que nacemos hasta que morimos, ésta vida pareciera tratarse de “soltar”. Soltar el vientre de la madre, el biberón, soltar el chupón, los amigos de la escuela, la casa donde crecimos, los amigos de la universidad, la ciudad, el país, la pareja, el empleo, los seres queridos cuando parten. Soltar y dejar ir, hasta que por fin soltamos esto que llamamos “vida”, el cuerpo.
Pocas veces podemos aprender de las situaciones por estar demasiado concentrados en que eso que se fue, regrese. Gastamos nuestra energía en justificar, culparnos e imaginarnos un sinfín de situaciones para evitar aceptar que simplemente lo que sucedió tenía que ser así.
Recientemente, alguien me preguntó en instagram: “¿Tú siempre has sabido cómo soltar?”.
Mi respuesta es no, claro que no, porque para aprender a soltar debí pasar por procesos tristes, duros y muy dolorosos que una vez acepté, superé, aprendí y entendí, sobre todo entender, porque me hizo dar cuenta que esas situaciones llegaron y se fueron para enseñarme algo y que simplemente era un ciclo o una etapa que debía terminar.
Con esto entendí que, hay grandes mensajes en cada paso de la vida, cada ciclo que se abre y se cierra. He muerto miles de veces y muero a cada momento para convertirme en alguien que ha aprendido de sus experiencias.
Siempre estamos listos a recibir un nuevo empleo, una pareja más compatible, un automóvil nuevo, un apartamento más grande y cómodo, unas vacaciones en un destino que soñamos, pero en el momento de devolverle al Universo comienza el dolor y el sufrimiento…
Así como tuvimos que soltar el vientre materno porque ya no nos servía, la escuela primaria después de cumplir su utilidad en nuestra vida y cualquier ejemplo que se nos ocurra, esa misma consciencia conviene aplicar para absolutamente todas las áreas de nuestra vida.
Y debemos entender que la vida nos “quita” las cosas por tres posibles razones:
- Ya no nos sirve. No hay mucho qué hacer; ¿Cómo regresas al vientre de tu madre? imposible.
- No estábamos amando eso que teníamos. Podemos crear el amor por eso que perdimos para recuperarlo y verlo de regreso a nuestra vida. Pero aun así, ¿vale la pena? Si ya no nos sentíamos felices con esa pareja que nos dejó, si nos sentíamos tristes en ese antiguo empleo que perdimos? ¿Cómo para qué queremos todo eso de regreso?
- Esa persona ya cumplió su misión en su vida. Si esa persona partió a un segundo plano, agradece su misión, agradece lo que te dejó, agradécele su recuerdo. Suéltale y permítele que brille su luz.
Dejar ir claro que no es fácil, pero tampoco es fácil llevar una vida llena de sufrimiento.
Libérate del dolor; la respuesta parece clara.
Te invito a leer este cuento que muestra la importancia de dejar ir
Sexólogo y psicoterapeuta humanista de individuos adultos, parejas y grupos desde el 2015.
Formación en terapia Gestalt y Eneagrama, especialista en educación de la sexualidad y maestro en Sexología.
Hago talleres de sexualidad y desarrollo personal en Casa Revuelta.