Hablar de salud de transmisión sexual trae a mi memoria las imágenes que durante mi infancia, adolescencia e incluso en la universidad —ya siendo adulto— nos presentaban en la clase de Sexualidad Humana: órganos sexuales llenos de llagas, ronchas, pus, y fotografías de personas con VIH o SIDA muy demacradas.
Parecía que el objetivo era generar miedo frente a las consecuencias desagradables e incómodas de las enfermedades de transmisión sexual.
Ahora, como psicoterapeuta sexual, me encuentro con frecuencia con el temor que cargan muchas personas en consulta, al grado de anular su erotismo y las diferentes formas de expresión que este puede tener. Sin embargo, uno de mis objetivos como educador de la sexualidad es precisamente ayudar a las personas a reivindicar su derecho al placer.
Hablar de Salud de Transmisión Sexual es una invitación a ver el erotismo como una manera de contagiar y compartir placer. A vivirlo no como algo que nos devalúa, sino como una experiencia que nos nutre y nos empodera.

La actividad erótica —todo aquello que nos produce deseo, excitación u orgasmo— es buena en sí misma. Nos ofrece sensaciones y estados de ánimo sumamente agradables cuando se vive con responsabilidad y cuidados adecuados.
Es cierto: al compartir nuestro placer con otras personas existe la posibilidad de adquirir alguna ITS. Pero lo mismo ocurre en la vida cotidiana: salir a la calle, dar la mano, usar transporte público… todas estas situaciones sociales nos exponen a virus como la gripa. Y aun así no dejamos de hacerlo. Lo que hacemos es cuidarnos, como ocurrió con el uso de mascarillas durante la pandemia.
De igual forma, en el erotismo es necesario recurrir de manera responsable a métodos que reduzcan significativamente la posibilidad de embarazos no deseados e infecciones de transmisión sexual, sin que eso signifique renunciar a nuestro potencial erótico.
Hablar de salud de transmisión sexual también implica hablar de autoerotismo. Recuerdo el caso de una persona con pene que se aplicó crema de rosas en sus genitales para que “olieran rico”, lo que le provocó irritación y ardor. Ejemplos como este nos muestran que una educación integral en sexualidad no solo busca prevenir, sino también promover el autocuidado: crear o co-crear espacios seguros para explorar el erotismo con otras personas, y también con nosotros mismos.
No olvidemos que toda forma de autocuidado fortalece nuestra autoestima, nos hace sentir mejor y nos invita a seguir explorando una sexualidad consciente y respetuosa de nuestros límites y los de los demás.
Si quieres darle a tu sexualidad un sentido más congruente con tu bienestar, agenda tu consulta inicial desde la burbuja de WhatsApp.

Psicólogo y Sexólogo en Tijuana, especializado en terapia individual, de pareja y sexual. Acompaña a personas y relaciones a reconectar consigo mismas desde una mirada profunda, respetuosa y basada en evidencia. Su enfoque integra psicología, cuerpo y vínculo para cultivar relaciones más conscientes, íntimas y auténticas.