Hoy quiero hablarte de un tema que puede despertar curiosidad, dudas o incluso incomodidad: la fantasía sexual. Aunque puede parecer un tema tabú o reservado para conversaciones privadas, las fantasías sexuales son una parte natural de nuestra vida mental y emocional. Cada uno de nosotros, en mayor o menor medida, ha experimentado alguna vez una fantasía que lo ha llevado a explorar nuevos deseos o a visualizar escenarios que no necesariamente formarían parte de nuestra vida cotidiana.
Las fantasías sexuales son, en esencia, una manifestación de nuestra imaginación. Pueden ser placenteras, desconcertantes o incluso generar vergüenza, pero todas tienen algo en común: nos conectan con nuestra creatividad y con una dimensión lúdica que nos acompaña desde la infancia, etapa en la cual incluso se promueve tal creatividad como parte fundamental del desarrollo personal. En este sentido, las fantasías sexuales no son un concepto aislado ni exclusivo de la edad adulta, sino que tienen raíces profundas en nuestra capacidad de soñar y desear. Desde pequeños, desarrollamos una imaginación rica y variada, y las fantasías sexuales son simplemente una extensión natural de esa capacidad de creación.
Sin embargo, en el ámbito sexual, las fantasías a menudo se ven como algo serio o riesgoso, influenciadas por creencias religiosas, sociales o incluso por perspectivas “científicas” desactualizadas que las han calificado de inmorales o “perversas”. En muchas culturas y tradiciones, lo que se imagina en la mente se asocia con lo que se debe hacer en la realidad (pecado por pensamiento, obra u omisión), lo que ha llevado a la idea errónea de que las fantasías sexuales son un reflejo de deseos incontrolables o peligrosos. Esta visión distorsionada puede generar culpa y vergüenza en muchas personas, haciéndolas dudar de su propia sexualidad.
Sin embargo, lejos de estas visiones limitantes, las fantasías son una forma de recrearnos, de explorar nuestra sexualidad y de contrarrestar la rutina. Son una herramienta poderosa para avivar el deseo y añadir novedad a la vida erótica. En lugar de ser un peligro, pueden ser un medio seguro para explorar deseos que no necesariamente se llevan a cabo en la vida real. Permiten liberar tensiones, disminuir el estrés y fomentar una sexualidad más saludable y menos condicionada por los tabúes. Nos invitan a liberarnos de los miedos y las expectativas sociales, y a conectar con lo que verdaderamente nos atrae, sin la presión de tener que actuar en función de esas fantasías.
Además, compartir una fantasía con la pareja puede abrir la puerta a una conexión más profunda y satisfactoria, siempre y cuando exista un ambiente de confianza, comunicación y empatía mutua. Hablar de deseos y fantasías puede ser una forma de fortalecer la relación, ya que permite a ambos miembros explorar nuevos aspectos de su intimidad y acercarse de manera más genuina. No obstante, es válido también mantener estas fantasías en el plano personal, como un espacio privado para el autocuidado y la exploración individual. El hecho de que una fantasía se quede en el terreno de la imaginación no significa que sea menos significativa o valiosa.
Es importante recordar que nuestras fantasías no definen nuestros valores ni nuestros comportamientos. No todo lo que imaginamos debe ser puesto en práctica, y no hay presión en cumplir cualquier deseo que surja en la mente. Lo esencial es encontrar un espacio donde podamos reflexionar sobre ellas sin juicios, donde podamos ser sinceros con nosotros mismos sin la necesidad de etiquetar esas fantasías como buenas o malas. Este proceso de aceptación y reflexión es parte de una sexualidad saludable y enriquecedora, que nos permite crecer como individuos y como pareja.
En última instancia, las fantasías sexuales son solo una de las muchas formas en que nuestra mente juega con lo desconocido y lo deseado. No deben ser vistas como algo vergonzoso, sino como una expresión de nuestra libertad, creatividad y autonomía sexual. Al aceptarlas y explorarlas, podemos enriquecer nuestra vida sexual, conocer mejor nuestras necesidades y, sobre todo, aprender a disfrutar de nuestra sexualidad de una manera más plena y libre de tabúes.
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Sexólogo y psicoterapeuta humanista de individuos adultos, parejas y grupos desde el 2015.
Formación en terapia Gestalt y Eneagrama, especialista en educación de la sexualidad y maestro en Sexología.
Hago talleres de sexualidad y desarrollo personal en Casa Revuelta.