Nuestra vida está rodeada de culpa y preocupación, dos emociones que no nos sirven de mucho, pero a las que le damos más importancia de la necesaria.

Generalmente siento culpa cuando hago algo que "no debería" hacer o al no hacer algo que "debería" hacer; cosas con las que no me siento conforme de los resultados que he tenido.

Probablemente la culpa es algo que no puedo evitar en primera instancia, pero ser consciente de lo mucho que pierdo preocupándome en darle un primer lugar me puede ayudar a verla como realmente es: una emoción improductiva.

Las emociones carentes de sentido me inmovilizan

Tanto la culpa como la preocupación son dos emociones cuyas consecuencias me inmovilizan, mientras provocan que pierda el tiempo brindándoles una atención que no resulta conveniente.

La primera, la culpa, provoca que pierda mis momentos presentes pensando en aquello por lo que me culpo, gastando el tiempo pensando en algo que ya está hecho y no tiene solución.

En cambio, la segunda, la preocupación ocasiona que me quede inmóvil, parado, mientras pienso en un futuro que aún no ha llegado, pero que me preocupa.

Pero, ¿por qué le damos tanta importancia a estas dos emociones? Si ya soy consciente de que no me aportan nada, ¿por qué aún así si les brindo tanta importancia?

Todas las personas que están a mi alrededor viven con estas dos emociones. Es fácil ver a personas deprimidas y pesimistas que continuamente sienten culpa y se preocupan por cosas que han hecho o que aún no han sido.

Probablemente, tú no eres una excepción dentro de este grupo. Por eso, es conveniente identificar estas dos emociones, y, de esta manera, evitar las consecuencias que puedan tener como, por ejemplo, la angustia.

La angustia es una de las formas que tienen la culpa y la preocupación de manifestarse. De esta manera, me sentiré abatido y molesto a la vez que obsesionado por algo que ha sucedido o que puede suceder.

Aprendo lecciones de mi pasado y redirijo mi futuro

Una vez que he identificado estas emociones en mi, que soy consciente de cómo me siento y de que no me sirven más que para generar angustia, es el momento de ponerles solución.

Conviene ver la culpa no como algo que me atormente, sino como una oportunidad de aprender de un error que he cometido. Esto me ayudará a no volver a caer en lo mismo, a progresar y seguir delante en mi vida.

Piensa que nadie está libre de culpa. Todos, en algún momento, cometemos errores. Pero esto no es negativo.

Cometer errores me hace mejor persona, siempre y cuando los vea como una oportunidad de desarrollo personal, como una oportunidad de crecimiento.

En cuanto a la preocupación, estar obsesionado por lo que puede pasar en el futuro realmente no me aporta nada. Cuando llegue el momento, podré actuar y lo que vaya a pasar pasará.

Pensar en qué puede ocurrir antes de tiempo es inútil, porque quizás cuando llegue el momento todo suceda de una manera que no esperaba. Esto puede ser positivo o negativo. Seguro que te viene a la mente algún momento en el que nada salió como pretendías o pensabas.

Con todo esto, estoy preparado para enfrentar mi pasado y mi futuro de una manera diferente. No quiero decir con esto que no pueda sentir estas emociones, pero sí aprender de ellas.

Somos seres emocionales y como tales, conviene aprender a manejar todo aquello que sentimos en nuestro favor. Hasta lo más negativo puede ser una oportunidad para aprender y ser mejores personas.

No te cierres ni te angusties culpándote y preocupándote por cosas que ya no está en tu control cambiarlas. Lo que ya sucedió no se puede cambiar y lo que puede venir es algo que no sabremos nunca qué será, hasta que suceda de verdad.

Psicologo en Tijuana

Orlando Pérez

Psicólogo y terapeuta Gestalt especializado en terapia de pareja y grupal.

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