Suponemos que la relación de pareja es el marco ideal en el que podemos expresar nuestros sentimientos con mayor libertad; pero en la práctica, sucede con demasiada frecuencia, que esto resulta ser una verdadera dificultad por diferentes razones.

Existen, básicamente, dos patrones de estados de ánimo: los negativos , tales como la decepción, ira, depresión, frustración, enfado, etc. Y los positivos, alegría, cariño, amor, admiración, o recompensa. Cuando trato de expresar ambos tipos de sentimientos, surgen dificultades que detallo a continuación.

Muchas parejas tienden a evitar, a toda costa, expresar la frustración, el disgusto o incluso la ira, ya que, con demasiada frecuencia en el pasado, la expresión de tales sentimientos fue tan solo el comienzo de una disputa, debido a las múltiples acusaciones que tales quejas implicaban.

Lo mas importante está, fundamentalmente, en cómo expresar estos sentimientos sin que causen en el que escucha una sensación de crítica, una impresión destructiva.

¿Cómo consigo este nuevo efecto en mi compañero/a? es decir, ¿cómo puedo expresar el enfado que me produce el comportamiento de mi pareja, sin que él o ella se sienta agredido y criticado? Una forma de hacerlo es comenzar especificando aquello que el otro hace o deja de hacer con lo que surgen mis sentimientos negativos. Le comento que tengo un problema con eso que está ocurriendo. Conseguiré que él o ella no se sienta ofendido/a si me “adueñamos del sentimiento”, es decir, no eres tú quien me irritas o me enfadas, sino yo el que se siente de ese modo. Y por último, puedo realizar una petición específica y concreta de qué se podría hacer para mejorar esa situación: solicito a mi  pareja que modifique alguna acción en el presente o en el futuro, de manera que me ayude a resolver algún problema o incluso que únicamente se preste a comentar la dificultad en otro momento.

Pero ¿cómo expresar todo esto sin que la comunicación se convierta en una batalla campal? Si acuso al otro, si soy agresivo, insulto o sobregeneralizo, si reviso todos los ejemplos del pasado, si le doy muchas vueltas al asunto en cuestión y lo presento como algo que he estado “guardándome”, si interpreto las motivaciones del otro, leyendo su pensamiento, etc. mi pareja se sentirá agredida y responderá a mi ataque defendiéndose: conclusión, habrá comenzado la guerra.

Si por el contrario, expreso mis sentimientos de una manera directa, espontánea, describiendo el comportamiento del otro, refiriéndonos sólo al presente, sin revisar todos los ejemplos del pasado, si soy empático comprendiendo la postura del otro, expresando explícitamente que entiendo la postura del otro, si tomo una actitud activa ante el problema, haciendo ver que es algo que se puede solucionar, etc. probablemente mi compañero/a sentirá que tiene la capacidad de ayudarme a superar el problema y que el cambio que solicito es posible.

No puedo olvidarme del otro tipo de sentimientos, los positivos: tales como la expresión de afecto, de cariño, de admiración, de recompensa, etc. Parece que lo “normal” es que la expresión de estos sentimientos disminuya con el paso del tiempo en una relación duradera. A veces puede parecer hasta innecesario recordarle a mi pareja que la sigo queriendo. Es más, no me sorprende ver una pareja de jóvenes adolescentes expresarse su afecto en un parque, pero me asombra incluso de forma negativa, si se trata de dos adultos acaramelados. Pero, el deseo que tengo por escuchar de mano de mi compañero/a la expresión de esos sentimientos no se pierde con el tiempo. ¿Y entonces? ¿cuáles son las razones por las que dejo de hacerlo?¿cuál es la razón de que la tasa de expresiones positivas decaiga con el tiempo? Si soy poco expresivo, seguramente diré que mi pareja ya conoce mis sentimientos, que ya sabe lo que siento por ella, etc. Pero, al decirlo, muy posiblemente esté ocultando mi propia vergüenza y falta de habilidad a la hora de expresar dichos afectos. Pero esta no debería ni debe ser la causa de que una relación se marchite y muera.

El refuerzo real, es decir, lo que en verdad me recompensa y me anima a corresponder, es distinto en cada persona. Cada individuo concede un peso específico distinto a las cosas y por lo tanto no todo nos gusta a todos y ni siquiera en el mismo grado. Por lo tanto, conviene investigar qué es lo que realmente refuerza a mi compañera/o. A qué tipo de cosas concede importancia y a cuáles no, en definitiva, qué factores tienen el poder de “comprometer” a mi pareja en el refuerzo mutuo.

Si refuerzo eficazmente a mi pareja, muy probablemente ella quiera devolver el cumplido, de agradarme y corresponder; y así aumentaremos la tasa de intercambios positivos, convirtiéndonos en una fuente de gratificación y apoyo para nuestra/o compañera/o. Y parece que eso es lo que todos pretendemos encontrar ¿no es así?

Cuando los factores que me impulsan a no expresar lo que siento con mi pareja, salen de mi control, siempre es recomendable acudir a terapia. Según sea cada caso puede hacerse terapia de forma individual o en pareja.

Psicologo en Tijuana

Psic. Orlando Pérez

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